No recuerdo bien si fue un viernes o sábado, si fuimos un viernes y nos quedamos dormidos hasta el sábado o si fuimos el sábado y nos quedamos dormidos hasta el domingo. Sé que fue de noche, sé que estábamos embebidos de poder. Sé que las miradas eran realmente furtivas y tramposas. C.C intentába hablarle con señas a C.T.R.L mientras que D.M.D hacía lo posible para hacerme saber que ella tenía un tres, un dos y el siete de espadas. Yo, G.V.A solté un envido tímido y no hubo respuesta. Otra vez y con más énfasis casi segura de tener entre mis manos un treinta y tres, cuando en realidad tenía sólo un seis de bastos. C.C dirigió su mirada por encima de mi hombro derecho y quedó inmóvil por unos segundos; segundos que pasan en cámara lenta como en una película argentina (aunque no es apropósito la cámara lenta, la peli argentina de por si es lenta). La noté pálida, con sus córneas hacía arriba dejando notar la blancura ocular. De pronto con impaciencia C.T.R.L le dice a C.C si tenía algo y ella no respondió. Observé que estaba muy concentrada mirando hacía la ventana y hacia arriba (deduje que como C.C es un poco romanticona debería estar mirando las estrellas y ésas cursilerías). C.C pide que observemos ésa luz, ¿cuál? ¡Ésa, ésa! Y ahí la vimos, una luz que se inflaba y se desinflaba. Una luz prepotente que nos desafiaba a observarla, a querer inspeccionarla. Cuando hice un ademán con la mano, como cuando un niño saluda a un avión, la luz empezó a apaciguarse o al menos eso creíamos hasta que nos dimos cuenta que la luz seguía con la misma intensidad solo que más lejos. Aquella luz se alejaba de a poco. Dije a D.M.D que trajera el telescopio que tiempo atrás C.T.R.L le había obsequiado. D.M.D no recordaba cómo había que armarlo si tal pieza se unía con tal otra. Intentamos lo más rápido posible armarlo y enfocar lo más nítidamente posible a aquel objeto luminoso, pero en el momento que fijamos el telescopio en la ventana la luz terminó por alejarse definitivamente, tanto como para no verla más.
Cinco veces oí decir a C.T.R.L que eso era un satélite. Cinco veces C.C le respondió con silencio pero su enarcada ceja izquierda era una respuesta concreta: no creo que sea un satélite. D.M.D recordó una anécdota de una amiga que le pasó al padre de dicha amiga. La anécdota decía que el hombre, piloto de avión, estando en su ruta del recorrido se le presentó una luz muy intensa que se inflaba y se desinflaba. Los radares no reconocían ningún satélite u objeto. Fue sólo unos minutos y la luz desapareció.
D.M.D terminó su relato y C.C dijo que no iba a poder dormir y nos pidió que siguiéramos jugando. Así lo hicimos hasta las seis de la mañana cuando decidimos ir, por fin, a descansar.
Como ya dije no recuerdo el día, pero sí la insistencia de C.T.R.L por querer que nos metiéramos en la pileta y como en la mayoría de las veces A.C y M.J.R.A lo siguieron.
A mí el agua tranquila y estancada no me agrada y hace varios años que en los veranos no jugaba con las bombitas de agua. Y como este año M.J.R.A cumplió sus tres añitos creí que podía jugar con él y empaparnos juntos. Y así fue.
C.C y yo nos fuimos al patio de atrás y comenzamos a inflar las bombitas. Nuestro propósito era llenar la pileta con ellas…pero la impaciencia de muchos o algunos hizo que llegáramos solo a inflar algunas que bastaran para poder tirarnos entre todos.
Después de terminada la “batalla” algo hizo que la conversación llegara a recordar lo de la noche anterior, la luz y lo demás. Y es así que nos sumergimos en el mundo no terrestre. D.M.D con firmeza y decisión postuló su opinión: Yo creo que no somos los únicos en el universo. C.C lo mismo y yo mirando a C.T.R.L esperando que dijera que no existen y que él es el universo, postuló: Dios es el mayor extraterrestre.
Después de mucho hablar llegamos a la conclusión de que para nosotros (a pesar del malestar que esto le haya causado a C.T.R.L, digo: admitir que no es el único) EXISTEN pero no como en las películas ni en los cuentos. Creemos que están muy avanzados. Que no viajan en naves de hierro, metal, con luces y guirnaldas. Dimos finalizada la conversación, con muchas dudas.
Tal vez, en alguna otra ocasión algo nos vuelva a ocurrir que nos despejen más dudas o que nos sumen más dudas y conjeturas.
Hasta entonces…
¡Saludos, terrícolas!