Por lo general las personas se enojan, vociferan groserías y se ofuscan por el hecho. Sin embargo, ella agradeció aquel detenimiento y se acomodó en su asiento, abrió su bolso y siguió leyendo la novela que había empezado tiempito atrás. Estaba ansiosa por saber lo que había pasado con Otoko, Oki Toshio y Keiko. Llegando casi al final, faltando algunas hojas por saborear ella detuvo la lectura y se dedicó a contemplar cómo los rayos de sol bañaban los árboles dándoles un esplendor magnífico. Las hojas casi amarillentas de los árboles que se ubicaban en las calles convertían el paisaje hostil y rutinario en algo completamente maravilloso y lleno de vida. Se preguntó si alguien más que ella podía dar cuenta de tan bello cuadro, pensaba que si todos al menos por un instante podían ver lo que sus ojos veían llenarían su vida de aire fresco, renovado, llenándose de vida.
¿Y por qué, por qué sentía o tenía la necesidad de ver y sentir la naturaleza justo ahora? ¿Por qué ahora y no antes,por qué si no era la primera vez que se detenía el tren mientras ella viajaba? La respuesta la tenía entre sus manos: Yasunari Kawabata, el (y todos los adjetivos calificativos positivos que el lector desee) escritor japonés que había entrado en su vida y se había instalado en su memoria como un recuerdo de la infancia, como algo cálido y reconfortante de recordar.
Terminó de leer la novela antes de que el tren llegara a destino. Caminó entre las personas feliz, sonriente como sabiendo el secreto de la vida, como si tuviera el alma llena. Es que haber leído Utsukushisa to Kanashimi to (Lo bello y lo triste) es como haber viajado a Japón en lo que dura el viaje en tren de Flores a Caballito.
La excelencia, la calidad de los paisajes, el amor, la crueldad, la venganza, el pensamiento femenino y su psicología, la capacidad de describir lo antiguo y tradicional junto con lo más moderno, la capacidad de encontrar y describir lo más doloroso y triste junto con la escena más estéticamente bella, eso y más nos ha dejado Yasunari Kawabata, un escritor que sin ninguna duda ha marcado la vida de esta pasajera…y la mía, claro.
“No podía decir por qué aquellas lomadas verdes, tan poco vistosas, habían llegado tanto a su corazón, cuando a lo largo de las vías férreas había montañas, lagos, el mar…y a veces hasta nubes de tonalidades caprichosas. Pero quizás fuera su melancólico verde y sus melancólicas sombras crepusculares de las hondonadas que las separaban, lo que había provocado su dolor.”
Me gusta ver que sigues dándole al blog. Muy buenos textos, sigue asi!
ResponderEliminarGracias por la buena onda César! :)
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